Me fui

Hace 10 años me fui del lugar donde nací, no me acordaba o no me había dado cuenta del paso del tiempo a esta velocidad. Pero al mismo tiempo me veo en el pasado y no me reconozco, no como quien soy hoy. Porque estos 10 años me han transformado de una manera que nunca imaginé. Y es que no pensé que la vida tendría tantas sorpresas, buenas y no tan buenas, guardadas para mí en esta aventura que ahora representa casi un tercio de mi vida.

Hace 10 años las entrevistas de trabajo que pasaba siempre me preguntaban "dónde te ves en 10 años?". Con mucha angustia, nunca fui capaz de responder. Hoy tampoco podría. Y es tal vez por eso que hoy estoy aquí y quién sabe donde estaré en 10 años?

Antes de irme, una persona de la familia me dijo sabiamente, "no te preocupes, te vas tan solo por un par de años y si sientes que no estás en tu lugar, sabes que tu familia siempre seguirá aquí cuando regreses". Esa persona no quiso verme hace un año cuando fui a Colombia, y a veces no sé cómo sentirme al respecto.

El caso es que la vida que he vivido en los últimos años ha sido todo menos planeada. La historia comenzó mientras terminaba mi carrera de ingeniería en la universidad y no sabía realmente lo que quería hacer, aunque aparentara lo contrario. Porque debo admitir que si algo se me daba bien era fingir estar bien.

Estuve a punto de seguir un camino "tradicional", trabajando en la compañía aeréa donde hice mis prácticas. Apliqué a esa convocatoria, a la que postulé porque el supervisor de ingeniería me contactó para pedirme que postulara, y solo faltaba hacer la tan odiada prueba del polígrafo, cuando recibí una llamada muy a las 6am, muy a la hora de dormir para mí, de un numero extranjero y del otro lado del teléfono no hablaban español.

Obviamente la llamada no fue producto del azar. Mientras terminaba mis estudios, envié varias aplicaciones a becas Erasmus Mundus, siguiendo el consejo de un amigo que había seguido ese camino. Me aceptaron en el master de construcción naval, el mismo que había hecho mi amigo. 

A nadie puedo engañar, estaba feliz con lo que empezaba a recibir en mi vida y no veía la hora de irme. Me fui con esa alegría y esa esperanza de que me vida podría ser mucho mejor lejos de Colombia. Y tal vez sin la idea de quedarme para siempre por fuera. Aunque igual sé bien que el "para siempre" no existe.

Lo que nunca anticipé fueron los cambios en mi manera de percibir el mundo, mis opiniones políticas y mis descubrimientos sobre mí misma. Por eso creo que después de estos 10 años soy otra persona, muy diferente a la muchacha de 24 años que se fue toda orgullosa de sí misma.

Llevo meses pensando en cómo escribir un resumen de todo lo que he vivido desde entonces, pero he llegado a la conclusión de que tal vez nunca lo haga. Es que lo único que me interesa ahora mismo es quién soy y en qué me he convertido.

Los aprendizajes que me ha dejado hasta ahora este viaje que no termina, son infinitos. No podría ni resumirlos en una lista. Pero puedo hablar del más importante: todos vamos a morir.

Hace 5 años, justo cuando más duro me estaba golpeando la vida, la distancia, el frío, el cambio en mí misma... murió mi papá, mi Leo. 

Fue el golpe más duro que puede recibir alguien que se encuentra lejos de sus raíces. Me hizo entender hasta donde debo aprender a disfrutar de cada momento que paso cuando voy a Colombia o cuando mis familiares vienen a verme. Porque lo más cruel (y lastimosamente verdadero) es que mañana no sabemos si seguiremos ahí.

Tres año después, y el mismo día que mi papá, murió un amigo Martín en las montañas italianas. Había vuelto a retomar contacto con él desde hace poco y estaba muy contenta con todas las cosas que estaba aprendiendo de él. Él me enseñó, palabras más, palabras menos "nada cambia si nada cambia, pero todo cambia si todo cambia". Pienso mucho en él cuando quiero expresar mi opinión sobre cualquier cosa.

En febrero de este año también se me fue mi amiga amada Alexa, decisión propia, imposible de detener. Alexa siempre fue una tormenta de emociones. Y yo lo sabía. Mas difícil fue sentirme juzgada cuando al buscar consejo me decían "tienes que impedirlo, no puedes dejarla hacer eso". Y acaso quién era yo para impedirlo? Yo que siempre he pensado que cada uno tiene derecho a escoger incluso su propia muerte.

Hace poco era su cumpleaños y obviamente vino a mi mente. Alexa tenía sus razones para irse y se despidió de mí con todo su amor, como siempre quiso despedirse. Yo todavía la lloro y me hace falta su voz, porque desde hace10 años al llegar a Bélgica, era la persona que me entendía mejor. Ella sin saberlo, me cambió la vida desde entonces. Hoy también está conmigo todos los días.

Yo creo que después de 10 años por fuera, cuando uno ya sabe que no es de allá ni de acá, cuando ya ha perdido tanto, muchas cosas se vuelven poco relevantes. Y del mismo modo, esas cositas que parecían anodinas, esos pequeños placeres de la vida, se vuelven las cosas más maravillosas. Como tomarme un buen café o dar un paseo en bici bajo el sol o despertarme un domingo sabiendo que no tengo nada "importante" qué hacer.

Me fui... y conmigo se fueron sueños y besos y amores que tampoco volverán.

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