Comunicaciones modernas
Nací en una familia que no lee. El único al que veía de vez en cuando coger un libro era mi papá (y de vez en cuando a mi mamá), casi siempre libros relacionados con su trabajo como ingeniero, cosas de redes de datos y todo eso que yo nunca entendí.
Pedir u ofrecer un libro por navidades se me hacía imposible, como de esos secretos a voces que todo el mundo sabe pero nadie se atreve a decir. Por ejemplo dar una olla el día de la madre era mal visto, no como dar una máquina de afeitar el día del padre.
Yo nunca sabía qué dar de regalo a nadie, porque siempre se me venía a la mente un libro. Seguro la respuesta sería "y yo pa qué un libro". Por eso siempre mis regalos eran cositas útiles pero no demasiado sexualizadas por el miedo a que me tildaran de cualquier cosa.
Hace poco, en una de las últimas navidades que pasé en Colombia, tuve de nuevo el dilema de qué regalar a los otros. Me basé en cosas que me gustan a mí del país donde vivo ahora, como cervezas belgas, chocolates y hasta queso. Todo siendo relativamente caro y que implicaba un peso importante en mi maleta. Hay días en que me arrepiento de haberlo hecho.
Soy partidaria de preguntar a las personas qué quieren de regalo en esas fechas. Pero claramente, en plena era de la comunicación, es imposible tener comunicaciones claras con gente que no lee (bueno, leer más o menos, pero saber leer, es otra cosa).
También es difícil responder a la pregunta del regalo, porque finalmente la persona va a dar lo que piensa que el otro quiere. Casi siempre resulta siendo un fiasco.
En esa última navidad, me acuerdo muy bien cuando propuse a mis primitas de ir a la librería de mi amigo Santi conmigo, con la promesa de regalarles el libro que ellas quisieran. Sus caras de alegría fueron hermosas. Y la mía también. Por fin, alguien que quería también leer.
Hace muchos años llevo este blog, desde tiempos en donde mi escritura era aún más cruda y escribía muchas cosas por placer. A veces ya no tengo ese placer, escribo sobre todo porque siento que es la única manera de expresarme libremente aunque finalmente no sepa quién me lea. No sé por ejemplo si mi mamá me ha leído alguna vez, nunca hemos comunicado sobre mis sentimientos o los suyos. Es como una especie de tabú.
Y es que en la comunicación escrita hay varias trampas de las que raramente hemos hablado también. Por ejemplo, en un sistema de comunicación no hay solamente un emisor, un mensaje y un receptor. Está el medio, en este caso el escrito, y la interpretación personal de cada uno de los involucrados. Esta interpretación varía según su estado de ánimo.
De manera simple, no es lo mismo lo que yo pienso cuando escribo, lo que el otro piensa cuando lo lee, lo que yo pienso que el otro interpreta y lo que el otro piensa que yo pienso que êl piensa. Como un trabalenguas
Luego hay mensajes que son imposibles de interpretar o descifrar. Por ejemplo, hace tan solo unos días, mi mamá me escribió un mensaje: "felicita a la abuela". Era su cumpleaños, entonces yo le escribí un mensaje de felicitaciones y hasta ahi llegó el cuento. Al día siguiente recibo: "no felicitaste a la abuela". Pueden imaginar mi sorpresa al leer eso, como un regaño, como si no hubiera hecho lo que se me pidió, cuando claramente, según yo, lo había hecho.
Mi mamá quería exclusivamente que yo felicitara a la abuela con una llamada, cosa que yo no pensé porque era tarde y me quería ir a dormir. Además vi que estaban reunidos todos en familia y a veces no me apetece hablar con todo el mundo. Pero entonces, la que quedó como una grosera fui yo, porque no llamé. Hubiera sido más simple si me decía "llama a la abuela" (tampoco intento culpar a nadie).
Y esto pasa todo el tiempo, no sólo con la comunicación escrita. Por ejemplo, a veces me pasa que respondo a preguntas verbales con un tono de soberbia o condescendencia que en realidad no he buscado ni querido invocar. Pero cuando me pasa, me arrepiento de haber respondido y luego no sé cómo expresarle a la otra persona que esa no era mi verdadera intención. Pero la comunicación en ese punto ya se ha roto. Entonces me quedo callada.
Escribir aquí me permite simplemente de exprimir esos sentimientos retenidos y que puede que por algún motivo no sea capaz de expresar de otra manera. A veces me leo también con mis ojos actuales y la interpretación que doy a mis textos cambia según el día en que los lea.
Eso es mi conclusión del día. Comunicarme con mi familia me resulta difícil. No puedo interpretar sus mensajes como ellos esperan. Tampoco soy una persona de llamar y esperar que me llamen. Pero sí que me gusta ver de vez en cuando un "cómo estás?". Porque la verdad es que cuando uno está lejos, por más que las redes sociales muestren sonrisas, uno no sempre puede responder "estoy bien".
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