Nada
A veces cuando la lluvia cae, siento que en la negrura del cielo caben todos mis dolores y pesares.
Y cuando ese aguacero no cesa, es porque pesa el tiempo y el espacio, y la negrura se vuelve nube, y la nube se vuelve sueño, y en el sueño eres un ave, y esa ave se va lejos, tan lejos que nunca vuelve.
Yo grito "a dónde vas?" y no respondes.
Y la lluvia se vuelve río, y el río se desborda y se acaban los árboles donde poderte posar. Y el río se vuelve mar.
Yo nado y nado, y ya no te veo. Y el viento susurra: nada, Sara, nada!
Yo nado, sin saber que el viento me decía que no hiciera nada.
Y en cuanto más nado, menos entiendo dónde estoy.
Dónde quedó mi ventana sobre la colina?
Dónde quedó mi gato azul?
Dónde quedó ese lugar donde te escuchaba hablar de todo y de nada.
Estoy en la nada.
Siento el peso de mis brazos y mis piernas, así que me vuelvo pez.
Y me sumerjo en las profundidades de la nada para buscar respuestas, para buscar caminos, para buscar tus libros.
La presión me agobia, la oscuridad me cansa, no veo más allá de mi alma.
En mi alma está tu voz, esa que me sostenía y no me dejaba caer.
Pero hoy sigo cayendo, ya no floto, ya no nado, ya no nada.
Sólo tu amor, ese amor por todos y por todo.
Por la ceiba, por la flor, por el cielo, por bailar, por cantar, por ser, por florecer,
Allá está tu ceiba, allá estás tú.
Yo que pensaba que uno se va y nada se lleva. Pero la nada queda.
Te llevaste todo. Los libros, las palabras, los crisantemos, los abrazos.
Los abrazos.
Me desperté ese día con la noticia de tu partida, y llueve.
Y nado.
Y nada.
A dónde vas?
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