MEDELLIN, UNA CIUDAD INVISIBLE




La ciudad de la eterna primavera, la de la feria de flores, la del Verdolaga y el Poderoso de la montaña, la de mujeres bellas, la tierra del paisa pujante y “echao pa’ lante”, la ciudad del metro y el metro-cable, rodeada por las montañas más grandes y hermosas, o quizá, una ciudad encerrada por su misma belleza, escondida detrás de sus brazos, agachada y cabizbaja, apenada y acongojada.

Medellín como se ve desde la lejanía, una Medellín grande, creciendo, lleno de edificios y casas, cada vez con más gente, centros comerciales, bibliotecas, parques. Todas las diminutas luces que iluminan a una pequeña gran ciudad “perfecta”, donde el arte es la misma ciudad, porque lo que se ve es una pintura de alguien muy famoso pero en carne viva, una pintura hermosísima como de exposición en museo internacional, pero que es una gran mentira.

No demoraría un extranjero en notar el pequeño infierno que se vive en el “paraíso”: el ruido, el polvo, la basura, la misma ciudad. Ése, que llega a Medellín buscando el lugar perfecto, alejado del mundo pero a la vez tan dentro de él; ése, que al llegar al parque Botero, por ejemplo, no se sentiría en la plaza del arte como se veía en tv, donde la gorda se miraba al espejo y se le notaba feliz de admirar su belleza, ¿por qué? porque el espejo ya no tiene vidrio, y la gorda no tiene más belleza. Porque el olor a berrinche no deja admirar las obras, y los venteros no dejan caminar en paz.

O el metro, ese que pintan en las pinturas y en los periódicos se esfuma en la hora pico, porque no le cabe un alma a alguno de sus vagones indistinta de la estación y el que no empuje no se puede subir y el que no estruje no se puede bajar. El metro, símbolo de desarrollo y cultura ciudadana se convierte en pocos minutos por una ó dos horas en el mismo centro del infierno: en llamas y lleno de almas en pena y otras dando papaya a los dueños de lo ajeno.

Aunque es de destacar que por fuera de la hora pico la cultura metro en realidad es digna de admirar. Toda persona que se sube al metro lo respeta porque sabe lo valioso que es para los paisas este medio de transporte. No tiene rayones, las sillas están en perfecto estado, las barandas y varillas están como nuevas y las puertas sirven como la primera vez. Las personas ceden su puesto, ayudan a alguien “encartao” y tranquilamente buscan entrar o salir esperando su turno.

Terminando el recorrido por el metro, el metro-cable fue construido para comunicar dos de las zonas más pobres y alejadas de la ciudad con el resto de vida “civilizada”. Dos zonas consideradas peligrosas para las personas que no son de allí, por sus múltiples problemas sociales. El metro-cable ayudó a que estos lugares se convirtieran en quizá los más concurridos de la ciudad, Ha sido tomado como un centro turístico central al que nadie puede faltar, porque hoy en día, el que no haya ido al metro-cable no está en la moda.

Tras la máscara de “tierra pujante, feria de flores, Colombia moda, metro, ciudad de la eterna primavera…” se ha estado escondiendo siempre la verdadera Medellín, la ciudad para la que Pablo fue un héroe y tal vez siga vivo. La ciudad para la que “la vida es un ratico” y hay que disfrutarlo mientras se puede. La ciudad en la que todo se vende o todo tiene dueño. La ciudad para la que el arte es bailar salsa en la casa del vecino y tomar guaro en la tienda de la esquina.

Esa ciudad que es la que ve a Medellín como de verdad es. La que es capaz de desmentir a la tv, a los periódicos y a los pintores, porque ve a Medellín desde allá arriba con sus imponentes luces engañosas, la escucha rugir y la ve sufrir dolor y esconderse entre sus montañas para que nadie más pueda saber lo que le sucede.

Los ciudadanos que conocen a Medellín como la palma de su mano desde que era tan sólo un pueblo ya no viven acá, porque se han transformado en viejos observadores del cambio y el dolor que sufre su ciudad, sufren con ella tomándose una cerveza, porque ya no hay nada que puedan hacer. Para ellos la moda no es montar en metro o subir al metro-cable, tampoco es ir a los parques o bailar en una discoteca. Para ellos la moda es sólo observar el cambio y ver crecer a sus hijos y nietos sin poder hacer nada más que recordar y esconderse junto a la triste ciudad que se esconde a sus pies.

Para esos ancianos y para los ciudadanos de la verdadera ciudad, Medellín es sólo un nombre, porque esa donde ellos crecieron todavía vive. Esa en la que los mariachis aún se contratan para cantar en plena calle al frente de la puerta del amor de su vida. Esa en la que llevar flores no es motivo de pena, esa en la que todavía se juega fútbol en la cuadra o tejo en el otro barrio. Esa ciudad que no es estructuralmente “bonita” pero que está llena de esperanza aún (y eso es lo que la hace más hermosa). Esa es la ciudad invisible…porque esa es la ciudad que no se deja ver o que pocos ven.

La Medellín de la que hablo no es el monstruo que mencioné al principio, el infierno en el paraíso como la llamé, esa Medellín es la que muchos tratamos de construir diariamente pero otros no dejan, esa Medellín que queremos recuperar pero cada día los problemas crecen al ritmo de la ciudad. Primero hay que rescatar a los ciudadanos perdidos en este infierno y luego a los ancianos que todo lo saben.

Un parque no es la salida a los conflictos. Una biblioteca no soluciona los problemas. Un nuevo metro-cable no hace de este infierno un paraíso otra vez…si bien son impulsos que dan esperanza para que poco a poco se vaya haciendo de esta ciudad de verdad como lo que pintan, todavía se puede hacer mucho más, siempre y cuando no se deje atrás el pasado y el presente por estar pensando en un futuro incierto, no se olvide que todavía hay quienes necesitan más ayuda que una biblioteca y no se siembren sueños imposibles en un pueblo que aún cree en el jamás.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
personalmente me gustan mucho las historias de ciudad, y tu relato esta bien bacano mmm y critico.... pero me gusta mas cuando escribís de historias trágico-románticas, tenes un toque especial para expresarlas y así lo transmites a los que las leemos... en todo caso esta historia también me gusto...bacano si mezclas los dos tipos... donde critiques la ciudad por medio de una historia trágico-romántica... bueno mucha carreta mia... jeje chau! te felicito
att:jc
Anónimo ha dicho que…
gracias por tu comentario, lo tendré en cuenta, quizá en la historia que estoy escribiendo haga caso a tu consejo, de todos modos esta era una que tenía escrita desde hace como un año que encontré en el cajón de los recuerdos entonces decidí montarla. espero que sigan leyendo mis historias y les sigan gustando. abrazos
Hugo A. Z. ha dicho que…
Siempre pensé en Medellín como la perfecta convivencia del cielo y el infierno :P un abrazo!
Unknown ha dicho que…
hey hablame mas de pablo quisiera leer una historia tuya basada en èste hombre..
Sami ha dicho que…
Sara me encanta tu critica de Medellìn, simplemente... felicitaciones.
Sara ha dicho que…
http://jorge-hamfast.blogspot.com/

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