El sistema

He pasado un tiempo ausente de las letras y por eso quiero disculparme. Algunos viajes y también otras cosas me han ocupado profesional y emocionalmente, no tenía cabeza para escribir.
Estuve en Colombia, ese es uno de los motivos por los que no escribí. Simplemente no tuve tiempo. La pasé tan bien! Pero también me di cuenta de algo: no ha pasado absolutamente nada. Será que algún día vamos a cambiar? (hablo del país obviamente)

Ya ha pasado más de la mitad de enero y me he dado de frente con un par de situaciones que me han hecho pensar demasiado en cómo estoy viviendo mi vida, y lo más importante: cómo quiero vivirla.
Cuando me fui de Colombia, y esta es la tercera vez que visito desde que vivo en Europa, sentí un inmenso dolor, como en ninguna de mis otras visitas. Fue tan triste la despedida que en la primera semana de vuelta a lo cotidiano, no era capaz de levantarme de mi cama porque las lágrimas no me dejaban. Estaba sumida en una depresión post-vacaciones que nunca había vivido. Me di cuenta que probablemente en un par de años no vuelvo a ver a mi familia de esa manera, y eso me desplomó.
Pero es cuestión de actitud, creo. Ahora estoy de nuevo levantada y con ganas de terminar este proceso, que para bien o para mal me ha traído muchas experiencias, conocimientos y amistades que en ninguna otra situación pude haber encontrado. Pero por primera vez en mi vida, vi la verdadera importancia de la familia.

Y no me malinterpreten. Siempre he sabido que la familia es importante, que ese amor incondicional va a estar toda la vida y hay que valorarlo y respetarlo. Pero esta vez lo sentí tan profundo, tan en mi pecho, que la tristeza aún me hace aguar los ojos. La familia es lo único que queda. Y no he querido hablar con ellos demasiado sobre este tema, porque duele. Porque la sangre llama.

Estando sumida en ese dolor tan mío, tan egoísta, tan ciego, no pude ver que alguien me estaba llamando a gritos, que buscaba ayuda para salir de un vacío emocional más profundo que el mío. Así es como lo veo yo, así lo siento después de lo que pasó, y puede que simplemente me haya buscado para un saludo, pero yo básicamente lo ignoré y le respondí de manera muy superficial, porque no me interesé en su propio dolor. Unas horas después esta persona se fue para siempre. Yo me enteré al día siguiente. Y así con lágrimas en los ojos, con la tristeza de pensar que esa persona pudo necesitarme y no hice nada, así mismo tuve que despedirlo en mi soledad y en la distancia.

La verdad es que apenas lo conocía, no éramos grandes amigos ni hablábamos cada día. Pero él siempre era muy amable conmigo y se preocupaba por mi. Pero lo que hizo me ha hecho pensar en muchísimas cosas que pasan en nuestra sociedad hoy en día. En cómo un saludo y unas palabras amables pueden cambiar tu día, tu ánimo, tu espíritu. En cómo la sensación de fracaso puede llevarnos a un vacío existencial tan profundo que no podemos salir de él.

Una de las conclusiones (gracias a un par de amigas con las que me pude desahogar al respecto) es que la sociedad misma nos está matando. Si no somos exitosos, ricos y poderosos, no valemos nada para la sociedad. Las mismas familias nos están exigiendo ser los mejores en el colegio, en la universidad, en el trabajo. Pero nadie nos enseña a ser mejores personas. Nadie nos enseña la verdadera razón de vivir. Y tienen razón, porque durante generaciones eso no ha sido evidente. Tiene que ser cada uno el que descubra su razón, pero a veces la presión es demasiada y no lo estamos disfrutando. Entramos en la carrera de la rata y morimos en ella, por ella.

Y yo sólo quiero dejar ese mensaje, dejar ese pequeña llama en sus corazones: qué están haciendo para ser mejores personas? qué están haciendo para alegrar el día a los demás? qué están haciendo para disfrutar de su propia existencia?
Tenemos que ser parte de este sistema?

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